Tratamos
de controlarla, de poseerla a todas horas. Es algo que no podemos describir,
pero que lo anhelamos con tanta furia, que el extremo deseo de tenerla nos hace
incluso dañarla. Sin querer la sumergimos en un mar de dudas, no dejamos que
por sí sola respire y cuando habla, la ahogamos para ser sus dueños.
Está
presente a nuestro alrededor, a todas horas, siempre.
Y
nosotros la controlamos como amos.
Sin
saber que ella, por si sola, existe.
Sara Navaz Ayesa
IES Navarro Villoslada