El sol de frente y una imagen poco
habitual. Me giro para verlo dos veces. Mi cabeza sigue preguntándose: ¿qué
hará, a dónde irá, de dónde viene? No me preocupo de que mi cara no refleje la
sorpresa: no hay nadie en la calle. Esa chica tiene todo el derecho de vestir
como quiera, por supuesto. No molesta a nadie; no falta el respeto a nadie.
Antes de encogerme de hombros y seguir mi camino, un flash escondido en un
portal me ciega. Alguien ha fosilizado esa imagen para siempre. Me quedo sin respiración,
avergonzada. ¿Me he comportado irrespetuosamente? No lo creo, pero, entonces,
¿por qué me he esforzado en no fijarme demasiado hasta que la chica me ha dado
la espalda? Supongo que es la hipocresía de la libertad de opinión… Después de
pensarlo dos veces, la verdad es que las personas que vean esa foto deberán,
compartan o no, respetar mi libertad de expresión, ya que mi intención no es
ofender a nadie. Pero es curioso. Tengo claro el derecho a la libertad de
expresión, y sin embargo, no muestro mi indiferencia ante algo distinto. ¿Tú
también?
Inés Zugasti Asín
IES Plaza de la Cruz, Pamplona