Nuestra sociedad cada vez va más rápido. Se nos impone una productividad que nos obliga a estar constantemente con la mente en el lugar de trabajo. Se nos ha enseñado que tenemos que alcanzar metas en el menor tiempo posible, suprimiendo aquellos momentos de descanso que nos permitían desconectar de todo.
¿Dónde quedó el tiempo para perder el tiempo?
Hay que atesorar esos momentos, ya no solo para cuidar nuestra salud mental sino porque muchas veces desconectar nos ayuda a conectar. Conectar con el mundo que nos rodea, con lo que nos gusta y con lo que nos hace felices.
Ana Pueyo Echeverría
